El invierno suele ser una estación de diversos matices: puede generar zozobra, pesadez, quizás desaliento entre los vivos, pero que esconde de vez en cuando una belleza y una magia que son cautivadoras, por ello, plasmo aquí estas líneas en recuerdo de mi primer invierno.
Invierno
Al fin del año ya
un anciano inmemorial
llega con pesado andar
y blanca barba señorial
Su soplo frío y sepulcral
embebe en silencio el ambiente
mandando sin dilación a callar
hasta la hoja más leve
De blanco cubre las calles,
los prados, colinas y bosques
Deshojando árboles a raudales
mientras encanece a los montes
Y las bestias a su paso
cumplen a cabalidad
su sueño reglamentario
en total tranquilidad
Con su llegada imponente
puede dos caras exhibir
gritando cual rabioso gigante
o bien en susurros su brisa fluir
Y cual poderoso dictador
imponiendo en su comarca la ley
de toque de queda con rigor
a los hombres en su haber
A su paso errante suele quitar
sin piedad la felicidad
creando desolación con su oscuridad
y así toda vitalidad marchitar
Cuando se apacigua su cólera brutal
mostrando atisbos de piedad
permite admirar copos de cristal
y con la aurora boreal fascinar
Aún siendo de duro carácter
permite cierta belleza ver
en sus cristales y escarcha
así como sus alhajas de plata
Cuando el verde aparece
y el hielo en agua se desvanece
el anciano parte sin vacilar
durante nueve meses a descansar
Dejando libre su lugar
al color, la vida y el sol
que una dama de bello cantar,
la primavera, alegremente creó
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