martes, 12 de mayo de 2015

Hans el Bucanero

Escribí estas líneas inspirado por la fascinación que causan en mí las historias de piratas, en esta ocasión inventando mi propio pirata, con una historia por delante pero que por sus fechorías murió en su ley, siendo el mar su escuela, su hogar, su juez y su tumba.



Hans el Bucanero

En las costas perdidas de Sumatra
un galeón destrozado reposa
al que las olas día tras día acosan
y una épica historia consigo guarda

Mostrando en su proa un tritón
tenía "Furia del Elba" por nombre
y hasta el más lejano rincón
era conocido por entonces

En la popa yace una osamenta andrajosa
ostentando un parche de diamante
y sosteniendo entre sus brazos ya mohosa
una bitácora en verdad intrigante


Su dueño alguna vez fue
por Señor de los Mares conocido
siendo respetado y a la vez temido
teniendo varios crímenes en su haber

En tierras hanseáticas nacido
mostró desde joven un  talento sin par
siendo su más soñado destino
el hacerse al dominio del mar

Se aventuró a su larga travesía
en un bergantín inglés
que hacia el Caribe partía
anhelando allí riquezas obtener

Habilidad certera mostró
en saqueo y asalto al navegar
y más de un español cayó
por  su codicia de tesoros aplacar


Su rubia cabellera y barba
con la pasión por tesoros se mezcló,
como Hans de Oro se lo conoció
en numerosos puertos y playas
 
Nunca jamás sometido a señores
pues él libre siempre quiso ser
y como buen lobo de mar
emular el alto vuelo del alcatraz
 

La ambición fuera del Caribe lo llevó
saqueando botines a mansalva
tanto que desde Argel hasta Hong Kong
se escucharon sus cañones tronar


Hans de Oro creaba miedo en los mares
al enarbolar en el mástil su estandarte
con dos anclas y calavera dorada
se imponía siempre en sus andadas




La jaqueca de varios monarcas fue
al ser el mar su dominio sin ley
decidiéndose contra él pelear
y darle así su merecido final


En Singapur para él su destino se selló
navíos holandeses y británicos le rodearon
y aunque una ardua pelea libró
su vergonzosa huida ellos forzaron


Andaba el navío deambulando sin rumbo
con sus velas rasgadas en batalla,
el mástil roto y sin uso alguno
esperando de Neptuno alguna gracia


Impasible, el mar a su hijo castigó
con huracanes y brutales tormentas
hasta que su barco finalmente encalló
 destazado entre rocas traicioneras



En el fulminante impacto
el capitán, herido de muerte quedó
 sabiendo entonces muy claro
que su suerte impune le abandonó


Tan sólo pudo en su lecho reposar
con su vieja bitácora, ya desgastada
entre sus brazos con tranquilidad
para recibir allí la muerte a su llegada


Acunado por el viento y el mar
el bucanero dorado falleció,
dejando una leyenda atrás
como el mundo nunca conoció






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